Dra. María de los Ángeles Silvina Manzano Añorve





Línea de investigación: Análisis del discurso literario latinoamericano.
Investigación: Análisis de la poesía, narrativa y relatos orales.






Curriculum Breve

María de los Ángeles Silvina Manzano Añorve.
 Profesora-investigadora  de la Licenciatura en  Literatura Hispanoamericana en la Unidad Académica de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero. Chilpancingo, Gro.
Perfil PROMEP  desde 2007.


Estudios
Doctorado en Literatura en el CIDHEM de Cuernavaca, Morelos

Otros
Fundadora y directora de la revista  Amate,  cultura y sociedad. (1997-2004)
Fundadora y directora de la Revista Hojas de Amate, arte y cultura de Guerrero  (segunda época)  (2004-2006)
Fundadora y directora de la revista Costa Suriana (1996-98)
Miembro de la Red  Nacional  e Internacional de Mujeres Periodistas  con una visión de género.
Miembro de  CIMAC (Centro de Información de la mujer A.C)
Fue Directora General del Instituto Guerrerense de la Cultura.
Fue Coordinadora de Proyectos Especiales del Gobernador de  Guerrero.
Productora y conductora del programa radiofónico Cuarto Creciente, un espacio de investigación periodística con visión de género, por XEUAG, 840 Radio UAG. (2000 -2007)
Comentarista  de temas culturales en  la explosiva, Radio Capital. (2006-2011)
Integrante de la Red Internacional de Mujeres Periodistas con Visión de Género. CIMAC. A.C. e integrantes de    Centro de Información de la Mujer CIMAC, A.C    (1996-2008)
De 1990 a la fecha ha colaborado en revistas y periódicos regionales: Semanario El SUR, TIERRA ROJA,  Revista MASAS, Revista OLEAJE, Revista MUJERES,  Revista CONVERSA, Revista BARRO SUR, Revista HOJAS DE AMATEFEMALTERIDAD, entre otras, con artículos diversos sobre  literatura, género y cultura
Promotora cultural desde 1990 a la fecha.
Ha participado como ponente en diferentes eventos nacionales e internacionales.

Publicaciones:  
2011
El sentido místico-erótico en la poesía de Enriqueta Ochoa. Ediciones EON, México, 2011.

2010
---“la epifanía de la palabra” en Literatura y hermenéutica. UAG_ ediciones Torres, México, 2010.

2009

----  “Breve Atisbo sobre Canto Malabar de Elsa Cross” en Revista Tlamati No. 1, año 1, Universidad Autónoma de Guerrero,  2009, Chilpancingo, Gro. pp. 25- 31.
-----“Soliloquio Frente al Mar” y “Mi Madre era otra Mujer” en Revista Cultural de Veracruz,  No. 42, Abril de 2009.  Jalapa, Ver., pp. 46-49.
-----“Las Vírgenes Terrestres de Enriqueta Ochoa” en Los Divertimentos de las musas. Ensayos sobre Escritoras Mexicanas e Hispanoamericanas. Alma Leticia Martínez Figueroa (comp. y ed.), Hermosillo, Sonora, Ed. Universidad de Sonora, 2009, pp.71-82.
----“La poesía de Hernández Avelar: Rumor de Aguas Profundas” en Revista Voces de Tierra Caliente, año 4, No. 14. Marzo-Abril, 2009, Morelia Michoacán, pp. 19.
----“Socorro Trejo: Poeta de los Incendios compartidos” en Ensayos Literarios. Primer Seminario de Titulación en Literatura Hispanoamericana. UAG, Chilpancingo, Gro., 2009, pp. 17-26.

2008

 ------Poema del llanto y otros relatos. Ediciones Sigla-UAG-SEMUJER, Chilpancingo, 2008.
------“Limonaria en Flor” en  Antología Palabras que cobran vida. SEMUJER-Instituto  de Liderazgo   Simone de Beauvior AC, México, 2008.


Anteriores a 2008
---- “De noche” en Reunión de poesía erótica. (Colectiva).  Clandestino. Cuernavaca, 20007.
------“Enriqueta Ochoa y la generación de medio siglo”, en Ciencias Sociales y Humanas, Lecturas desde el sur de México, Universidad Autónoma  de Guerrero-Unidad Académica de Filosofía y Letras, Chilpancingo, 2006, págs., 275-284.
------Prólogo al libro: El espejo de una mujer rota,  Gobierno del Estado de Guerrero,  Chilpancingo, 2002, Págs., 107.
------OMETEPEC, Historia y Cultura.  Ediciones  Eón,  México, 1997
-------“Poemas Instantáneos” en Marisma, Antología de poesía, Acapulco,  1994
-------Cuajinicuilapa, Historia oral, 1990-1940. Ediciones Artesa, 1991.

Proyectos de investigación: Literatura y violencia.


La epifanía de la palabra en Enriqueta Ochoa.

Una teología personal.




     En esta ocasión analizare un poema representativos de la obra de Enriqueta Ochoa (Torreón, Coah. 1928): “Las urgencias de un Dios”, escrito en 1950, cuando la poeta  contaba con  solo  22 años, y publicado en 1952 a instancias de su tutor literario, Rafael del Río; editado por la imprenta de Manuel N. Lira en una plaquette, prologada por el mismo Rafael, con un tiraje de  solo 1000 ejemplares.
Este libro fue catalogado como herético por los curas del pueblo, se prohibió su venta y se convirtió en un escándalo aunque la gente lo compraba por curiosidad. Tal vez porque se vendió o porque lo quemaron no se conserva ningún ejemplar. En esta obra juvenil de Enriqueta, se aprecia no sólo la preocupación de una joven que iría ampliando su cosmovisión personal del mundo y de la existencia, sino también su directriz poética y de vida. Enriqueta, desde muy joven, transgredió las reglas de una sociedad cerrada y mojigata. Con” Las urgencias de un Dios”, arranca un pasaje desacralizado de la poesía de su tiempo y golpea la intolerancia religiosa de esa época.
     La poesía esotérica y religiosa de Enriqueta Ochoa, sin lugar a dudas, tiene una gran influencia de los místicos españoles y en particular de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, ambos místicos Carmelitas de la escuela ecléctica española.

      “Las urgencias de un Dios” es su primer poemario publicado. En esta obra, Enriqueta muestra una voz con fuerza que despierta el asombro y el escándalo de las beatas de Torreón, quienes furiosas exigen la destrucción del libro. Por lo que el padre decide que la joven poeta debe conocer el mundo y la envía a España acompañada de su hermana.

                        .
     El corpus poético de esta autora se centra fundamentalmente en los temas: la mística, el erotismo y la autobiografía. Su universo conceptual juega a redimir lo vivido en metáforas sencillas, directas y deslumbrantes. En este, su primer  poema, Enriqueta explora en forma natural e intuitiva sus dudas, temores y rescoldos infantiles sobre la urgente necesidad de dialogar con un Dios, lejano a las enseñanzas teosóficas recibidas de su padre, muy en boga en esa época, sobre todo entre la burguesía rural ilustrada de México, así como la proliferación de grupos como los masones, la rama Templaria y los Rosacruces.
     Producto de tempranas lecturas y de una gran capacidad intuitiva, Enriqueta se sumerge en los asuntos de una teología personal contraria al método elemental doctrinario del catecismo pueblerino, y en la primera línea del poema, la voz poética rompe con la tradición finisecular del judeocristianismo al afirmar categóricamente lo contrario a la palabra sellada en los Evangelios. El título de “Las urgencias de un Dios”, tiene un tono desesperado, como futura mística la poeta hace uso de un pragmatismo sui generis, deslumbrante e incendiario.
     Los dos primeros versos del poema inician con una exclamación, eleva el tono. Es un poema de largo vuelo dividido en dos partes. La primera es la parte emocional, la segunda el discurso conceptual. El propio título de “Las urgencias de un Dios” tiene un tono desesperado.
     Enriqueta la desgarrada, la expulsada, la huidiza del ser, se siente aherrojada por su condición femenina, de mujer pensante que decide acceder al conocimiento oculto antes vedado a las mujeres
     Expresa su juvenil panteísmo híbrido y oscila entre la rebeldía y la abnegación, entre la utopía vista bajo la influencia luminosa de su salmo interior de vocación franciscana que retoma del Islam, el evangelio y las lecturas de Friedrich Nietzsche, Rainer María Rilke, Gabriela Mistral, Concha Urquiza, Virginia Woolf, Delmira Agustini, Emily Dickinson y Alfonsina Storni.
Podemos adelantar que estamos ante una poeta con claros destellos del misticismo cristiano influenciada  por el pensamiento gnóstico. Encontramos en este poema  elementos estilísticos de la tradición salomónica.
A lo largo del poema podremos encontraremos una estructura paralelística   tan usados en los salmos y un tono de religiosidad panteísta.
           
Enriqueta se constituye, a partir del aliento de su verso, por mediación del mito de la palabra que se escapa de sus labios sin saberlo, en una sacerdotisa frugal y dolida por la gestación de una cosmogonía exterior que su mitología personal transmuta en un lamento y a la vez preámbulo a cualquier documentación de la fe.   Su verso libre se desata en suaves imágenes reconocibles. Pero su acento es personal
6 No rebusquen más mitos en mis labios.
7 Soy la furia salvaje de una criatura
8 abandonada en el monte
9 sin conocer más padre que el sol que ha requemado mi epidermis
10 ni más madre que ese lamento gris de tierra
11 que indefinidamente me derrumba y me levanta.

            Una vez más, la voz poética asume su condición de mujer bajo la profecía de su desasosiego al continuar en esta estrofa con un canto sideral. Con referencias bíblicas, enriquecida de sentencias y fulgores tan simples como que en el principio fue el verbo, que  glosa con deleite femenino al pronunciar el nombre de Dios con un verso de once sílabas, casi profano y místico:

12 Una urgencia por Dios toma el vocablo

             La voz poética en esta larga estrofa, poblada de acentos personalísimos, comienza el evangelio de la desobediencia con un verso que la lleva al suplicio de la trasgresión:
           
18 Pero nadie sopló luces de mitos en mi frente
19 ni se movió en los nervios de mis actos
20 aprendí de mi abuela a levantar, para mis manos todas las cosas
21 y fui sólo el bárbaro explorador sin ropas
22 que arañando la piedra se trepaba al risco
23 para avistar las rutas que indicaba
24 su brújula de astros y de olores.

            Es de subrayarse que se autonombra con el género masculino, al llamarse así misma explorador y no exploradora. La voz poética retorna a su antiguo politeísmo; se sabe separada, posee una identidad que la sumerge en ese luminoso universo que sólo alcanza a descubrir cuando se pregunta por Dios y la región que habita. Con una sencillez deslumbrante alcanza a murmurar con tres líneas desde la víspera de su rebeldía:

28 –Mi tierra es la región del embarazo
29 y yo soy la semilla donde Dios
30 es el embrión en vísperas.

            La metáfora de este verso que corresponde a la visión del mundo de su juventud cuando leía a Rilke, Milosz y las obras metafísicas. Es interesante observar el tabú del cuerpo embarazado de la mujer como símbolo de la negación del erotismo femenino, la castidad como esencia erótica de la mujer y su cuerpo como espacio consagrado a la gestación. La matriz como el espacio sagrado de la creación humana y por ende, de la divina.
            Hasta aquí el poema se desarrolla sin sobresaltos. Cada verso está medido por el palpitar de la poeta que con sigilo y buena puntería va a la conquista de su objetivo. No existe complejidad, el verso crece. Cada palabra pesa sin que se altere nada de su limpidez juvenil.
31 ¡Cuánto pasado para llegar aquí!
32 Para poder estar de pie junto a las cosas
y decir:
33 –Mi corazón se espiga frente al mundo
34 como una inmensa lágrima caliente.

            Es evidente la riqueza de imágenes y el sentido metafísico del poema en general. Aquí la voz poética se somete a la diatriba de sus mismos razonamientos. Ella es el pasado que resucita en este aquí y ahora. La Eva sensual y desterrada de Torreón por tener una urgencia dionisiaca y no teológica sobre Dios, declara:

33 –Mi corazón se espiga frente al mundo

34 como una inmensa lágrima caliente.
35 Pasan las madres con sus hijos.
36 Las parcelas revientan de brotes
37 y el espacio nutre un retoño
38 de vibrátiles e inmensas dimensiones.

            Pero esa urgencia de mitologías y eternidad circular se convierte en un llamado al deseo. Al Eros griego; no al mito judeocristiano que anula el placer y reivindica el sufrimiento como una vía para alcanzar el gozo interno con Dios. En siete líneas la voz poética utiliza como instrumento la numerología cabalística cara a su padre, se somete a una cartografía sensual en donde el receptáculo de la creación tiene un equivalente en la amplia cavidad de su matriz terrestre:

40 yo mido la magnitud de mis caderas,
41 palpo mis carnes, aguzo el oído finamente
42 y confirmo el hecho:
43 como ellas yo llevo un fruto en mí.
           
Nos habla del embrión embarazo espiritual que crece dentro de ella. Esa urgencia reúne deseo y bendición, execración y delirio. Vicio y virtud, negación y dilema ante el misterio mariano de la concepción divina. Al negarse el erotismo de María, su matriz se convierte en el espacio sagrado de la creación humana y de la divina. La concepción de María es uno de los dogmas fundamentales de la religión católica.
45 “Ficticio anunciamiento
46 en la sorda pulsación de un cuerpo estéril”.

            La voz poética registra dos versos, el primero es un heptasílabo donde vocales fuertes y débiles unidas a consonantes crean una arquitectura pletórica de libertad. Ante la negación del pecado y el acto de salvación, responde como cualquier mujer a la que le han robado su fruto.
47 Qué saben ellos
48 de ese recóndito embrión
49 urgiendo mi presencia bajo un cielo de ruinas.

             En los siguientes versos, la voz poética hace suyo el misterio de la creación y se lamenta que no entiendan la verdad de su miedo, de su terror.  Con una estructura paralelistica y salmonica enuncia con poder de quien se siente poseedora de su verdad.

50 Qué saben de ese embarazo antiguo gestando desde siglos
51 un hijo despatriado que no logra nacer
52 ni abortar de mi vientre
53 cuando resbalo y caigo.
           
            Buscadora espiritual, sobrepasa los dogmas. Educada en un hogar cuyo padre, figura central y determinante, se pronunciaba como librepensador que antes que inculcarle una religión le proporciona lecturas que la guían a la búsqueda espiritual.
            Posiblemente el misterio de la Sagrada Concepción es una analogía de ese Dios que se encarna en sus entrañas para el despertar espiritual. El hijo, que no el espíritu aún nonato, ha sido desterrado del paraíso antes de la caída. No se ha cumplido la posibilidad del aborto con la caída en el pecado original. Porque su gestación de siglos es la real posibilidad del instante de amor en que por fortuna ha sido creado en sus entrañas de virgen insurrecta y paridora universal. El destierro cumple aquí una doble función, la del regreso y la del despertar espiritual que se gesta en su interior, y de su belicosa virginidad enarbolada en todo el poema. 
            En los siguientes versos, la voz poética advierte sobre el origen divino no sólo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sino de los principales elementos ritualísticos del catolicismo, el bautizo, la ostia y la sangre de Cristo:

54 Un hijo falsamente robado y bautizado
55 en el narcotizante vino de un río mitológico
56 que no acierta a moverse
57 con la pesada carga que le asignan.
           
                        Utilizando un acento sálmico conjuga endecasílabos, heptasílabos y alejandrinos, con una exclamación que subraya lo pesado de la existencia y de ese fruto de su entraña que es escandalosamente percibido, y que no es otra cosa que la gestación de Dios en sus entrañas, el misterio mariano experimentado por la voz poética.
68 aquella anunciación difusa y primeriza
69 de hace siglos,
70 donde su presencia apenas si brillaba
71 con párvula intuición de imprecisión y azoro.

           
            En esta estrofa se aprecia de golpe lo arrítmico de su juvenil poesía, cargada de significaciones y de una límpida sonoridad. Mientras las primeras tres líneas retumban en el tambor del castellano con terminaciones más o menos rimadas –por lo general la última línea es larga, quebrada y simple–, el discurso de la poeta prosigue con la misma intensidad que al principio. Enriqueta vuelve al pasado, a su experiencia con el deseo, la palabra y el mito con un recurso muy propio de ella: su condición de madre.

77 Pero eso fue ayer. Ayer,
78 en el tiempo de las primeras brasas.

            Tiempo mítico es otro tiempo. El de la carne y sacrificio, muy atrás al tiempo del amor, poesía y deseo. Sin embargo, existe una separación que la impulsa a declarar:

79 Hoy todo es distinto.
80 Sé mi condición de madre
81 y de Dios su condición de hijo
82 de sucesión, rumbo al  futuro,
83 y  un desgajado sol de otoños dulces
84 dilata mi corazón y lo revienta en grito:

            El futuro es quizás más soleado. Conoce el misterio de la creación en el óvalo estéril del útero, pero también se atreve a saber lo que ninguna palabra ha escrito, el verdadero nombre de Dios.Y al mismo tiempo cree saber lo inútil de su creencia cuando se percata de su orfandad de madre sin hijo.

80 Sé mi condición de madre
81 y de Dios su condición de hijo,
83 y un desgajado sol de otoños dulces
84 dilata mi corazón y lo revienta en grito:
85 ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!
86 Con un temblor de voz que supera todas las ternuras.

             Encontramos un paralelismo que se establece en la reiteración “mi condición de madre, su condición de hijo” y los versos siguientes proporcionan una respuesta a lo anterior. El grito de la madre del Dios que todos llevamos dentro. Ellos, los detentadores de la doble moral, los fariseos de su deseo insatisfecho, le cierran las puertas. Le llaman blasfema y con el arma de la poesía popular los reta:

87 De blasfemia han tachado mis urgencias.
88 Dicen que Dios no reirá jamás entre mis labios
89 ni llorará en la cuenca de mis ojos tristes.

            Hace uso del antropomorfismo para darle a su Dios características humanas que le permiten explicar que su urgencia va más allá de una simple necesidad de creencia, de asidero. Seguirá siendo lo que es, señalada con dedo flamígero por su condición de mujer dadora de placer arrebatado. Y a cada señalamiento, una patria de llagas se convierten en una hoguera que todo lo devora:  
           
90 Seré siempre la anónima, la gris, la desterrada
91 para quien sólo existe por patria
92 un índice de estragos y de hogueras.
           
            En estos versos, como en gran parte del poema, retoma el paralelismo muy utilizado en los libros bíblicos, es decir, la repetición periódica de determinadas ideas y produce un ritmo de tipo intelectivo que le da fuerza y unidad a todo este poema.
La voz poética va al fondo de su creencia y utilizando metáforas sencillas, como buena aspirante a mística alarga su soliloquio en estas cuatro líneas donde alterna versos octosílabos y heptasílabos para nombrar a su Dios rebelde, sumiso y un confidente de su santuario poético que remarca con paralelismo

112 mi más íntimo compañero
113 de juegos y de lágrimas:
114 el más constante y tierno,
115 más rebelde y sumiso. 
          

          

:


            Para proseguir con una teoría del conocimiento apegada a lo divino desde los intersticios de la razón y apunta con un paralelismo sintético, es decir, el segundo miembro paralelo completa el sentido del primero:

117 Yo sé lo que le espera al canto en que me espigo:
118 una turba de puños indignados demolerán su forma,

          

            Continúa con la repetición periódica de ideas y conceptos un tanto herméticos que convierten este poema en difícil y complicado. Y para reafirmar su posición de combate, se lanza al ataque con dos líneas gemelas:

125 No me conformo con que digan:
126 “su forma es ésta; vedada otra estructura”.

            Contundente, reafirma su postura desarrollada durante todo el poema en un tono menos irreverente pero desde luego fulminante, una exclamación que le da fuerza a la duda:
127 ¡Qué débil consistencia de doctrina!
128 Recordad que Dios es el espejo
129 más contradictorio y bifurcado,
130 acomodado a todas las pupilas.
131 Yo lo esculpo a mi modo y le doy forma.

            El misterio de la trinidad, se convierte en una extensión de su propio cuerpo. En el tejido del poema, se percibe una gran diferencia entre la Virgen y la voz poética. El mito no sólo purifica a María sino que la convierte en un estereotipo de identidad femenina.
            El hombre, en su condición de “macho” generador, está exento de pecar, sólo la hembra, la incitadora, peca al saber que en su seno se encuentra la simiente, producto del pecado original, navegando entre las venas de su sangre. Y para concluir su concepción mariana terrenal, apunta:

136 Imposible.
137 El concebir y el cantar no hay que velarlos.
138 Hay que danzar con ellos a la luz del día
139 y a la obsidiana luz de la alta noche.
140 Yo no puedo evitar mi índole espontánea:
141 soy una cascada de torsos al desnudo.

           

            Y en cuatro líneas reiterativas de su desnudez revelada, vuelve al tema para deslumbrarnos con un acertijo en donde un cascabel mineral se ocupa del verbo para gritarle a Dios, que es su hijo. La voz poética va dándole fin a su discurso sobre Dios. Ella es la hembra paridora universal, y desde la poesía crea el mundo que la ha de salvar de la realidad asfixiante:

 

146 Mas yo que en torno de mi cintura

147 he puesto un cascabel de mineral rojizo
148 que a cada paso grita a Dios: ¡Mi hijo!,
149 y establezco mis propios cánones y salmos,

            Y para confirmar su teosofía personal recurre a la negación como principio de razón suficiente, pero no acepta que le nieguen su derecho existencial a padecer vacío y la omnipresencia de un Dios construido a imagen y semejanza de su aspiración de libertad:
           
150 no me dejo llevar
151 ni me dejo negar
152 ni escondo la vereda
153 ni me humillo el rostro
154 cuando otros le nominan “Padre”, “Artífice”,

            Y con el “ni” como anáfora, remarca su rebeldía temprana y espontánea y en la línea final, hace un recuento de su bagaje personal y doctrinario: no es el padre, ni el “artífice” o el gran arquitecto de la masonería, es el hijo que en forma de extensión de la vida fluye hacia lo terrestre y una vez más se niega a proclamar el origen de su angustia, perdida en mitologías y fábulas a lo divino que le permiten seguir viva:

155 ni les digo el origen de mi grito
156 porque no creerán en la sobrevivencia.
157 Perece el padre, sobrevive el hijo.
158 El último es eterno:
l159 lora en el niño antes de hacerlo hombre,

             Por su condición de madre negada, este poema es un canto de amor por el hijo. Al negar al padre, afirma al hijo. Zeus comiéndose a sus hijos, sería la contraparte de la poesía de Enriqueta. Ella, cándidamente afirma que sólo el hijo es eterno. Y esa eternidad del hijo es una carga para el niño en proceso de convertirse en hombre..
La voz poética concluye que el nombre de Dios es impronunciable, en la tradición talmúdica, las letras de su nombre están vedadas a los no iniciados. La poesía es un vaso comunicante por mediación del cual, el nombre de Dios es pronunciable. En ella, su presencia es una conjunción manifiesta en estados poco comunes a místicos y alucinados. Vuelve a la metáfora del movimiento y la parábola de las brasas –que nada tienen que ver con el fuego del infierno– y que por la palabra tiene relación directa con Dios.


169 Miradme aquí cómo al tratar su nombre
170 danzo en una resurrección
171 de brasas removidas
172 y siento sus latidos sonándome en el pecho.

            Utiliza símbolos e imágenes deslumbrantes que le imprimen fuerza y certeza a la estrofa anterior e inicia con una pregunta retórica en la siguiente estrofa:

173 ¿Cómo negar al hijo que florece?
174 No he aprendido a ocultarle
175 ni a decir que me pesa, aunque me acusen
176 de agotarme su largo nacimiento.

             La  pregunta retórica reitera la interrogante principal de este poema. La divinidad (el hijo) se va gestando en su vientre. No lo niega. Una vez más la poeta es el atanor donde se forja lo divino y florece.
                                                       
177 ¿Por qué habría de ser?
178 Él no me obliga a prescindir de nada.
179 Su floración es natural y simple
180 y si bien estos ojos vidriosos se me pierden
181 tras un vago rumor inaprehensible
182 y a menudo descanso en el camino
183 y acaricio su forma por mi vientre,
184 también puedo agitarme
185 y retozar a pie descalzo el monte vivo 
186 y hago correr sus pies entre mis piernas
187 y hundo mis manos en la tierra firme
188 y bebo el agua corriente de los ríos
189 y desnudarme al sol.

190 Y es mejor que mejor,


            Al reconocer la existencia del hijo, también parte de que ese ir creciendo, no perdona al dolor su albedrío. Se sufre, pero también se goza. El hijo se funde con los elementos a través de la madre. Sus pies corren entre sus piernas. Y por mediación de la madre el hijo hunde su cuerpo en la tierra. Su panteísmo tectónico se agudiza al fundirse con los elementos, tierra, agua y el fuego.
191 Porque no me gustaría que el que pasara viera
192 mi cabeza quebrada sobre el pecho,
193 ni quiero para él un enfermizo rostro
194 de Dios encajonado
195 en estancias oscuras y severas.

            Ante la visión del Dios flagelado, la voz poética lucha por un Dios terrestre. Un Dios a imagen y semejanza del hijo que padeció cuarenta tentaciones en la noche oscura del huerto. Un Dios cognoscitivo y no revelado que sepa distinguir al sol, al astro, al viento y para usar una metáfora de William Blake: que conozca la inexacta diferencia entre un grano de arena y la montaña: 

196 Quiero que muerda el corazón del mundo,
197 que sepa del sol,
198 de los astros, del viento,
199 de lo grande y lo mínimo.
            En los símbolos reside la esencia de su visión poética, traduce de manera magistral a su modo personalísimo de mirar la realidad.
Un Dios–hijo. Perfecta anatomía divina que crece y brota de su vientre con empeño y fortaleza. Que rompa las ataduras, la cárcel del cuerpo, un Dios–Hijo liberador de todo cuanto nos ate al mundo subjetivo del mito. Un Dios–hijo sumergido en su propia epifanía. Una epifanía que rompa cualquier idea mal puesta y restituya a la materia su condición primigenia, mudable e infinita:

200 Quiero en Dios al hijo que creciendo
201 en plenitud reviente al cerco falso
202 y destruya las fronteras
203 y la celda ficticia y demudada
204 del concepto y la carne.

            Ante la mirada del confesor de su pueblo, la voz poética aclama a su Dios. En la redondez de su vientre estéril, materia prima del espíritu y del alma. Aquí el poema adquiere su circularidad.l El misterio de la concepción, tratado –a través de la poesía– de Ochoa le imprime un sello hermético al poema. Por eso su creacionismo es la antítesis de cualquier atributo de Dios, ahora bien ¿a cuál Dios se refiere? Por las lecturas tempranas de la Biblia es al Dios del catolicismo y por las enseñanzas de su padre, al gran Arquitecto del Universo, o al Dios que pacientemente va gestando en su interior como un acto de rebeldía, y que por graciosa analogía, escoge el fondo de su matriz y de su vientre para gestarlo con rebeldía innovadora.

205 Lo quiero levantando su imperio al aire libre,
206 desnudo, limpio, imperturbable y sano,
207 respirando hondo y fuerte
208 del aliento rotundo de la tierra.

            Este poema extenso, hermético y complejo está escrito en verso libre, en donde abundan imágenes y metáforas, paralelismos y anáforas como lo demostramos a lo largo de este apartado. Un poema que nos confirma un tema recurrente de la obra de Ochoa: el erotismo y misticismo.
BIBLIOGRAFÍA

Ochoa, Enriqueta. Las urgencias de un Dios, Ediciones Papel de poesía / Miguel N. Lira, México, 1950.

Alonso, Dámaso. Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos, Gredos, Madrid, 1963.

Beristáin, Helena. Análisis e interpretación del poema lírico, Instituto de Investigaciones Filológicas, México, 1989.
––– Diccionario de retórica y poética, Porrúa, México, 1992.

.Rahaner, Kart y Hebert Vorgrimler. Diccionario teológico, Ed., Hérder, Barcelona,1970.

Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamento. Sociedades bíblicas unidas, Corea, 1999.









Mi madre es otra mujer


Los más viejos me confunden con ella. “Así era tu madre cuando era joven”, dicen asombrados. Yo nunca  me percaté del parecido físico antes de mi madurez. La observo y me observo, y confirmo la semejanza de algunos de nuestros rasgos, pero sobre todos de algunos gestos.
Es mi madre, pero es mujer. Un espejo que se revela frente a mis ojos. La miro y me adivino en mi vejez.
Otra vez pienso en los árboles, por aquello de sus troncos y ramas. Miro a mi madre, me miro, miro a mi hija. Ignoro los  argumentos genéticos. Es así Simplemente.
De mi madre heredé la talla de los zapatos y su andar apresurado.  Otras cosas también que no enumero para no cansarme. Somos tan parecidas que me cuesta trabajo entenderla. Aunque a veces sí, porque reacciona como yo lo haría. Sobre todo en las emociones que no me gustan en ella y que descubro en mí. Es fatigoso hacer esa lista que me desnuda y me lleva por caminos escabrosos. Tampoco sabía cocinar y dejaba que la abuela nos bañara y nos durmiera. Trabajaba todo el día y caía fatigada en la noche. A menudo me pasa  también. Dormíamos en el cuarto de la abuela y ella nos inventaba cuentos para adormecernos, nos llevaba los domingos a misa y nos enseñó el catequismo,  remendaba la ropa y preparaba nuestra comida favorita.
La cocina de la abuela siempre estaba repleta de comidas y guisos, ayudantes domésticas y sus pláticas interminables. Siempre pensando en nosotros, por eso también le decíamos mama. Estábamos acostumbrados a su olor y a su vientre blanco y blando. Era experta en contar historias que aunque las había leído, las detallaba como si las hubiera vivido. Y a menudo le preguntaba con ingenuidad  “¿Esa historia la viste o la leíste?” Ella respondía en la mayoría de los casos “La leí”. Satisfecha con la respuesta, me quedaba profundamente dormida. Sus historias siempre me sorprendieron y nunca las creí del todo, quedaron siempre en el repertorio de la fantasía.
Tengo el recuerdo vago de mi nana, la negra Amancia. Me preparaba para la escuela y lavaba mis uniformes. Juntas le dábamos de comer y le enseñábamos a hablar a  el perico. Pero yo prefería salirme a jugar por las tardes al aire libre,   con mis primos.
Los negocios del abuelo crecían gracias a la eficiencia administrativa de mi madre, que siempre estuvo pendiente de todo. Por eso la abuela se encargaba de la casa con la ayuda de las domésticas. Era feliz dando órdenes y hablando de comidas y recetas, repartiendo consejos y preocupándose porque nadie quedara hambriento.

        Ahora,  Madre, me veo en la vejez reproduciendo tus arrugas en la frente, las ojeras profundas de tus ojos, tu caminar apresurado de huesos fuertes, tu inquietud permanente y nerviosa. Ansiedad de todo pese a los años. Eres un hueso duro de roer, árbol firme de sombra fresca. No te rindes a la soledad ni al cúmulo de años. ¿Y yo….madre? ¿Me reconoces en tu ayer?¿O en lo que quedará de ti cuando te vayas?